jueves, 11 de noviembre de 2010

Atrás

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Atrás

Ahí estabas, la vista no volvía,
alguien me dijo: “te envolvía entre fuego”,
mas sin volver sé verte, no fui ciego,
como siempre, sentí, ¡yo lo sabía!;

mi deber, voltear, ver tu faz que hervía,
o no hacerlo, bajar mi frente en ruego,
irme o quedarme; le era igual a tu ego;
sólo debía sangrar, ser quien sufría.

No te vi y partí, mas ¡oh!, ¡reía en mi ida!...
y hoy hay contigo lo que nunca en vida.
Volé, fui ave que sólo cielo anida,

pues mientras todo tu odio a mí venía
no me importabas y en mí se diluía.
¡Un sol salió! No sabía ¡Así es el día!

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