jueves, 11 de noviembre de 2010

Todo

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Todo

No alcanzaba la vida para darlo
porque era demasiado que brindarle,
la cara con la luna refrescarle,
el cenit en su torso derramarlo.

Pero lo mucho, arduoso fue explicarlo,
el tiempo andaba, urgente era mostrarle
¡cuánto yo su existir podía adorarle!,
que nunca vi que no quería escucharlo;

no había más que haberme detestado,
mucho, que a ignorarme fue orillada,
y así olvidar me fue casi obligado.

Quedo hoy con lo que quise haberle dado,
tanto que en mi alma había para una amada,
tanto en mí… y acabé dándole nada.

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