jueves, 11 de noviembre de 2010

Porque volviera...

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Porque volviera…

¿Por qué aún clamé a tu sangre ira y desangre
si no cesas de hendirme odio con hambre?
Porque un día fuiste arroyo en tu desierto,
mostraras que aún existes, ¡que no has muerto!

Volvieran tus ojos que hicieron huida,
redondos, reflejantes mielecillos,
la mirada que ansiaba ir a la vida,
que fue abrigo meciéndome en sus brillos;

volviera quien a mí no se ocultó,
quien dijo: “Yo… perdón, te lastimé”.
Quien un momento su odio derrumbó
la tarde que afloraste y te abracé;

porque volviera tu alma, su expresión,
tu honda flor, tus palabras verdaderas,
lo que me hacías darte antes, ¡corazón!;
porque volvieras, ¡porque a mí volvieras!

Por eso un tiempo fui a tu amor sin pero,
por tener al ser que aún miro entero,
quien un día casi me amó, ¡casi me amó!
                            Pero no salió… No salió.

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